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Reuniones de amigos con hijos, sin hijos.

Las reuniones de amigos con hijos, sin hijos (benditos abuelos), son lo más. Es el entorno ideal para compartir las penas de tener hijos. Que las hay. El espacio en el que queda claro que somos tontos, muy tontos, porque nos aferramos al “mal de muchos” como nuestros herederos a sus muñecos favoritos. Pero qué gustito da.

Cuando se queda con amigos que no tienen hijos ocurren varias cosas:

con respecto a tu mirada, otrora fija y sin tics por falta de sueño: si vas con tu hijo y es pequeño, tu amigo probablemente acabe hablando mirando al horizonte ya que tu mirada zigzagueará detrás de ese ser vivo medio racional que no para de moverse, de llamarte, de intentar tirar todo lo que quede al alcance de su mano… Si el que te habla tiene hijos la conversación directamente se producirá por telepatía. Todo esto muy probablemente se intercalará con miradas asesinas hacia tu parte contratante, que muy probablemente se haga la loca hasta que le lances a la criatura junto con un “ahora te toca a ti”.

en relación con la conversación, antaño pseudocultureta versando sobre política y otras cosas interesantísimas, vayas con o sin hijo, tenderás a dar el coñazo hablando sobre él. Sobre todo si te rodean otros padres sufridores. Un horror para los sin hijos y un no parar de morderse la lengua para los con hijos. Los sin hijos se van entre aterrorizados y pensando lo que exageran sus amigos (ya te enterarás, ya) y los con hijos algo desahogados pero con sentimiento de culpa por la chapa dada.

 

Por eso, cuando todos los reunidos tienen hijos, alguien, no falla, dirá: “no vamos a hablar de los niños”. Es el pistoletazo de salida para que comience el carnaval de: no duerme nada, menudos pollos me monta, me encuentro fatal por no descansar, nos vamos a divorciar… Y esto se acompaña de risas hasta la extenuación y de un relax físico inenarrable por no tener que comer con más de 13 kilos encima ni sentirte un pulpo (quién tuviera tantos brazos y manos por favor) quitando cosas de en medio para que no las convierta en armas arrojadizas.

El que no le ha dado un cachete a su angelito, le ha pegado una patada a la cuna por no dárselo, le ha dado un muy útil bocinazo a las 3 de la mañana para que se duerma, disfruta el día que tiene inglés y llega más tarde a casa o ha querido huir del país en muchas ocasiones. Todo esto aderezado por múltiples agradables broncas parejiles que ayudan mucho a sobrellevar el momento y son un maravilloso ejemplo de gestión de la ira para esos futuros adultos de los que somos responsables.  Y ese encuentro de amigos es el momento ideal para contarlo, echar la mierda de culpa fuera porque te sientes entendido y no juzgado. No es que se orgullezca nadie de esos comportamientos, en absoluto. Mis amigos, maromo y yo procuramos ser padres sensatos y coherentes, amamos a nuestros pollos por encima de todo y procuramos lo mejor para ellos. Pero también compartimos las ganas de estrellarles contra la pared de vez en cuando. Y estoy, que suena de ser primo hermano de Herodes, es real y literal. Solo que uno se reprime y, por supuesto, se siente como un mojón solo por tener las ganas de hacerlo. Cuando ya se actúa mal el sentimiento es de ser la mierda de la mierda.

Qué importante es compartir, saber que, más o menos, todos vivimos las mismas situaciones agotadoras y estresantes. Se reduce la sensación de soledad y hace que, en los momentos de craisis, recuerdes anécdotas y casi esboces una sonrisa. Casi porque esos momentos son… muy tremendos. Ya si acaso te ríes cuando la criatura cae en brazos de Morfeo.

 

Mierderconsejos  para mantener la salud mental durante la crianza:

-evita hablar de crianza ante gente sin hijos: es un coñazo para ellos y muy probablemente ni te entiendan ni te crean.

-procura hablar MUCHO de crianza con gente con hijos; desahogarse y sentirse comprendido ayuda taaaanto. Pero sé selectivo; no lo hagas con la madre de la tribu de los Brady (que por cierto es más falsa que Judas pero tú te la creerás a pies juntillas) sino con gente honesta y humana, es decir, que se equivoca.
-sé condescendiente contigo mismo, que no conformista. Aquí todos nos equivocamos, pero hay que perseguir la mejora.

Gracias, Sara, Pepe, Pilar, Mariví, Álex por la terapia. Gracias Niki por aguantarnos. Gracias Sole por creernos y tener poco miedo. Gracias Romerito por dejarnos desahogarnos lo poco que nos vemos.  Gracias Juan y Rocío por querer convivir con nosotros con el pollo de por medio.

 

Gracias a todos los que contáis las cosas como son y gracias a los que no juzgáis incluso aunque no compartáis situaciones o modos de proceder.

Por cierto, no sé si lo conocéis y no a todo el mundo gusta (a mí sí) pero para estas cosas del desahogo es perfecto el club de Malasmadres.

Por ciertooooo, ¡que estoy nominada en los premios de Madresfera en la categoría personal!

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