Esta frase me parece algo que deberían tatuarnos la primera vez que cogemos a nuestro hijo en brazos. Personalmente lo siento como el aspecto más importante de la educación: EL EJEMPLO. Creo que el ejemplo lo es todo. De nada sirve pedir a un niño que sea respetuoso si no lo soy yo con él, decirle que no grite gritándole o pedirle que sea ordenado si ve que lo mío es un caos. Me resulta importante plantearme qué adulto quiero que sea ese niño para tratar de serlo yo misma y mostrárselo con el ejemplo. No siempre me va a salir, no en todo voy a conseguirlo pero eso también genera aprendizaje: el de la compasión, el de entender que somos imperfectos y el de la importancia de disculparse.

En mi opinión, los adultos tenemos que hacernos ver el tema de las exigencias a los niños/adolescentes hijos/alumnos; cuántas veces les pedimos cosas que nosotros no hacemos: ser puntuales, mantener el silencio en clase, hablarnos bien (y si nos grabáramos regañándoles nos echaríamos a llorar seguramente al vernos), no criticar o meterse con alguien (pero nosotros comentamos que fulanito de copas está muy gordo o que la vecina de arriba viste fatal).

Los niños aprenden de lo que ven por eso lo que ven debe ser lo mejor posible. Os dejó aquí un post muuuy antiguo (marzo de 2015) en el que reflexioné sobre el tema.

Te deseo un mes estupendo en el que vayas avanzando en ese adulto que quieres que sean si así lo deseas.

¿Qué despierta en ti esta frase? ¡Me encantaría saberlo!

Si te ha gustado esta entrada, agradecería tu comentario y que la compartieras. ¡Me ayudas a seguir creciendo!