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Educar a golpe de bisturí

Sin una visión de la educación clara, repitiendo métodos con los que nos educaron a nosotros pero rechazando parte de ellos sin tener otras herramientas, vamos capeando el día a día con nuestros hijos. Mi sensación es que, en general, no miramos al horizonte. Vamos a la prisa por llegar al colegio, al “niño cállate ya”, al ahora no se puede jugar y al “ya lo hago yo que tardo menos y queda mejor”. Improvisación low cost sin perspectiva de futuro. Educación a golpe de bisturí en lugar de educación a largo plazo. Y es que es muy complicado educar.

¿Qué es educar a golpe de bisturí?

Educar a golpe de bisturí es hacer apaños. Usar métodos que corrigen la situación en el momento, aquí y ahora. Es un me sobran kilos y me hago una liposucción en lugar de comer sano y hacer deporte como hábito de vida. Se trata de aplicar medidas correctivas para salvar la situación en lugar de pensar en la educación a largo plazo. La amenaza que hace que el niño vuele a obedecer, el azote que consigue que el niño se meta en la bañera, el grito para que dejen de chillar (qué curioso, por cierto), los castigos para que el niño “aprenda”. Los kilos fuera, los malos hábitos dentro. El niño haciendo lo que queremos (encima no siempre) pero sometido, no porque quiera cooperar porque nos quiere o porque entienda (con más edad) que ahora toca eso aunque no le apetezca.

Pan para hoy y hambre para…

Pero, ¿qué pasará mañana o dentro de dos semanas cuando se les pase el susto? ¿Qué pasará dentro de años? En el primer caso, el niño volverá a las andadas más pronto que tarde. No ha habido una corrección, una conversación, una búsqueda de soluciones conjunta. En definitiva, no ha habido aprendizaje alguno. En el segundo caso, el autoritarismo constante puede llevar al resentimiento (por considerar que se le trata injustamente), a la revancha, a la rebeldía o al retraimiento (por el que el niño se siente malo o lo sigue haciendo cuando no le ven). Nada halagüeño, ¿verdad?

¿Por qué educamos a golpe de bisturí?

Hay varias razones y TODAS tienen que ver con el adulto. Ahí es donde tenemos que poner el foco.

EDUCAR, POR DÓNDE EMPIEZO

Hay que partir de la base de que NO TENEMOS FORMACIÓN como padres. Tienes un hijo y ahí va, averíguate. Hasta un electrodoméstico sencillo trae instrucciones. Pero, curiosamente, pensamos que si para todo en la vida, lavadora incluida, hay que aprender, para educar adecuadamente, no es necesario. Se supone que debería salir instintivamente pero eso no es así, sobre todo en los tiempos que corren en lo que nuestros aspectos más humanos/animales quedan sepultados por el qué dirán, los consejos de expertos, el miedo y la incertidumbre, la prisa loca y las hiperexigencias del entorno.

“ES QUE ME PONE…”

En segundo lugar, aunque está en la base, tenemos emociones y sentimientos. Nuestros hijos pueden despertar lo mejor, pero también lo peor de nosotros. Perdemos la paciencia, nos sentimos humillados o desafiados por ellos, nos irritamos y nos invade la impotencia en muchas ocasiones. Al no tener formación específica sobre desarrollo evolutivo, estrategias de comunicación, herramientas educativas… esas emociones nos invaden y arrastran sin que sepamos controlarlas

EDUCAR NO ES RÁPIDO NI FÁCIL

En tercer lugar, educar es un proceso y como tal, los frutos se ven con el tiempo. Con el mucho tiempo. En la época de la inmediatez necesitamos resultados ya porque, si no, parece que lo estamos haciendo mal. Y porque da mucho gustito, eso es así. Pero, como todo en la vida, educar un hijo es un proceso y los resultados de lo que vayamos haciendo se ven a medio o largo plazo, por desgracia.

Por desgracia porque no seremos conscientes de los errores hasta que estén asentados y cueste más repararlos y porque los aciertos no nos alentarán a seguir en el momento. Bueno, algunos sí. Pero como los niños, y las personas en general, fluctúan mucho, un día te puedes sentir la supermadre porque tu hijo parece que es autónomo para algo después de varios meses trabajándolo con él, y al día siguiente eres la inframadre porque lo mismo no solo no lo hace, sino que no quiere hacerlo.

¿Vamos a morir (de crianza) todos?

No, por supuesto que no. En términos generales, los niños se sienten queridos. A menos que nuestro modus operandi educativo sea la amenaza constante, ya no digo el golpe, nuestros niños se irán desarrollando con normalidad. Y es que, ojo, la supervivencia está bien, es necesaria y nosotros no podemos ser perfectos siempre. Lo cual, además, es positivo porque no les dejamos un listón inalcanzable a nuestros hijos. Pero urge replantearnos el trato a los niños. Es fundamental dejar el bisturí y pasar por el gimnasio para entrenarnos en la educación a largo plazo que queremos. Buscamos un mundo mejor formado por adultos respetuosos, empáticos, seguros de sí mismos, tolerantes… pero ¿educamos para que nuestros hijos se conviertan en esos adultos? ¿Damos ejemplo de esas conductas?

Tenemos que subir nuestro listón educativo. Pero no a base de la asquerosa culpa, que no nos lleva a ninguna parte. Tenemos que RESPONSABILIZARNOS de nuestra tarea como padres. Y eso significa asumir la importancia de nuestro papel, perdonarnos nuestros errores entendiendo que somos humanos y buscar soluciones y mejoras en nuestra forma educar y en la relación con nuestros hijos. Y pedir perdón a nuestros hijos, sí, a esos pequeños seres, cuando sea necesario. En línea con esto, me ha parecido muy interesante esta entrevista realizada a Tania García (Edurespeta) publicada en Padres y colegios .  

ESTRATEGIAS DE EDUCACIÓN A LARGO PLAZO (o sin prisa pero sin pausa)

  • Ser conscientes de que esto es un proceso y, por tanto, tenerle paciencia y ánimo.
  • Cuidarnos para estar lo mejor posibles de forma que demos un buen ejemplo de autocuidado, autocontrol…
  • Seleccionar luchas: ni todo es importante, ni podemos atender a todo siempre.
  • Observar qué es importante de verdad o es que, como adulto, me resulta molesto. Un alto porcentaje de los “malos comportamientos” de los niños obedecen a su edad, desarrollo evolutivo y otros factores. Es decir, es importante saber por qué los niños se portan mal para intervenir adecuada.
  • Formarnos como padres. En este post tenéis una selección de libros que me parecen fantásticos.
  • Organizarnos para tener la menor prisa posible o priorizar. De esta forma el ambiente en casa es más agradable, tenemos menos tensión… lo que hace menos probable que acabemos de bronca. Para ello podemos usar tablas de rutinas para los niños, respirar y valorar que más vale una lavadora sin poner que la ansiedad que le transmitimos a nuestros hijos.

Me estoy haciendo ilusiones y me están quedando preciosas, ¿verdad? En definitiva, tengo la firme convicción de que otra educación es posible. Una educación a largo plazo. En la que nos detengamos a pensar en qué aporta lo que hago hoy a lo que mi hijo será mañana. En la que sopesemos que el autoritarismo o la permisividad pueden salvarnos la papeleta aquí y ahora, pero pueden ser el desastre a futuro. Amén del poco respeto que implican.

Y tú, ¿prefieres el bisturí o el entrenamiento constante (con sus altibajos incluidos)?

 

Si te ha gustado esta entrada, me encantaría que me dejaras un comentario. ¡No sabes la ilusión que me hace! Y ya si la compartes… ¡laperalimonera!

GRACIAS POR LEERME

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