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El No parto. Capítulo IV. ¡Ya casi estamos!

El parto debía estar próximo. Es que no quedaba otra ya después del chute malo. Y, si no, a abrir barrigota. Había indagado, aunque no querían soltar prenda, sobre cuánto tiempo me dejarían antes de abrirme en canal. Hasta doce horas entendí. Vamos, desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche tenía de margen. Y, cuando me pusieron el chute bueno eran alrededor de las 12.
El chute bueno, es muuuuy bueno. Lógicamente mejor es tener un parto mega rápido en el que se te caiga el niño y no de tiempo a poner la epidural. O tener los huevos ovarios de aguantar el dolor y la tensión emocional. Lo de levantarte por tu propio pie después de parir debe molar mucho. Pero, a falta de pan, buenas son tortas. Lógicamente, en un parto inducido no veo yo la posibilidad de hacerlo a pelo. Así que nada, a disfrutar me dije. Y me casqué unos siestorros que El Santo sénior flipaba. Le mandé a comer por ahí pero el tío estaba agobiado y como que iba y volvía y no terminaba de llegar a un sitio para comer porque le daba cosa llegar y que su hijo ya estuviera en este mundo sin haberlo visto él. ¡Aaaay! Lo pienso ahora y me muero de la risa. Finalmente se metió un menú entre pecho y espalda. Precisamente lo recordábamos hoy que hemos estado por la zona. “Aquí desayunaba yo todos los días unos tostadones…” me ha dicho. Tengan en cuenta que a estas alturas de los capítulos es miércoles, aún no hay rastro de El Santo júnior, y llevamos desde el lunes en el hospital. Era importante desayunar bien.

Desde el primer momento íbamos radiando cómo iba la cosa en paritorio. Radioparitorio éramos. Estábamos muy tranquilos, pero parece ser que no conseguimos transmitirlo. O más bien, que cuando no estás donde se está cociendo el asunto no te haces a la idea y todo son paranoias y fantasmas sobrevolando. Mis suegros se plantaron en el hospital a las seis de la tarde. Sin decir nada, sin saber por qué ni para qué. Tal y como llegaron se debieron de ir. Vamos, que si llega a nacer en ese momento El Santo ni se enteran. Mis padres pasaron la tarde en el hotel viendo la tele de la manita, sin hablar, acojonaos. El hada madrina, cuya madre era mi gine y por allí andaba, les mandaba información veraz, que por supuesto mi madre no se creía. “¿Cómo que todo va bien si lleva tropecientas horas en pariotorio?” pensaba. Y mi padre, “esto es síndrome del recomendado“. Muy divertido todo. Lo mejor es que no haya NADIE en el hospital. Si no, a lo que llevas encima, de dolor o de emoción o de lo que sea, se suma el tener que estar pendiente de los visitantes. Solo puede entrar una persona en paritorio, y siempre la misma. No tiene sentido estar no sé cuántas horas esperando y cargar al acompañante con el papel de reportero entrando y saliendo.

La cosa parecía que empezaba a marchar tras un par de horas del chute bueno. La matrona, que era encantadora, me hizo un metemano y dijo que estaba dilatando bien. Pasó por allí una ginecóloga buenorra (rubiaca con ojazos) explicándoles a unos estudiantes de medicina con pinta de pardillos lo que por allí acontecía. Les enseñaba cómo funcionaba la monitorización del bebé y hasta yo sabía más que ellos. Tanto “bajar a monitores” es lo que tiene, que te sacas la especialidad en dos tardes.En definitiva se trata de controlar los latidos del corazoncito del bebé y las contracciones de la madre. Me preguntó la gine buenorra que si cuando empezara el cotarro podían venir a verlo (por verlo me refiero al potorro, claro). El Santo sénior puso cara de no way, qué horror. Yo le dije que si no estaba muy nerviosa no me importaba. Entiendo que la gente tiene que aprender y como pudor ya no me quedaba ninguno pues…
Al par de horas seguía en ruta el tema y, poco después escuché “esto va muy bien; vas a parir fenomenal porque tienes mucho espacio (debía ser un agujero negro aquello o algo). Vamos a esperar a que el bebé baje un poco. A ver, papá, ven a verle la cabeza (glups)” De nuevo me muero de la risa al pensarlo ahora. No solo no bajó, sino que no salió.
En un momento dado, no recuerdo muy bien cuando, los latidos de El Santo bajaron. Las contracciones eran muy fuertes para él. Allí estábamos, sin saber nada más que bajaba la frecuencia cardiaca que, si no recuerdo mal, debe estar entre 120 y 160 latidos por minuto. Y ves que en la pantalla el numerito baja cada vez más… Matronaencantadora vino y hubo que quitar oxitocina un rato. Cuando el niño cogió energía, chute malo de nuevo. Qué palizón. Y, para vigilar mejor el latido fetal y llevarnos más aprendizaje sobre partos, pasamos de monitorización externa (el cinturón o correa que también por ahí le llaman), a interna, de la que no había oído hablar en mi vida. Se trata de colocarle un electrodo al bebé en la cabeza. Gustito no da, pero tampoco es doloroso. En comparación con lo que te va a salir por ahí, no es NADA.

Pasaron varias horas y a mí se me  había dormido el culillo. Estupendo por lo visto porque significa que el bebé está bajando, pero debía estar muy a gustito dentro porque la cosa ya no fluía tanto.
Ya  habían parido todas las mujeres que habían ingresado, lo que tampoco me animó mucho. Ya llevaba todo el día oyendo los primeros lloritos de no sé cuántos bebés. Y, qué significa que seas la última, que tu parto se convierte en una feria porque todo el personal no tiene nada que hacer. Hagamos recuento: ginerubibuenorra; gineburrocheri (el cheri, jefe de guardia), gineanodino, matronaencantadora, estudianteconcaradepardillo, estudianteconcaradepardilla, matronanoreconocida, El Santo sénior, la que suscribe y el que no salía; cosa que tampoco me extraña; yo creo que le entró pánico escénico al angelito. En total, contando con los protagonistas, éramos siete personas.
Estuvimos un ratazo de conversación-cotilleo-cachondeo con la matrona. Le dije que yo ni papa de empujar, que a mí en el cursillo de preparación al (no) parto lo que me habían dicho las que lo impartían es que no creían en la respiración (colapso cerebral) y que las contracciones eran oleadas, que era dolor de vida y blablabla. Hicimos un par de pruebas y no debo haber nacido para parir porque se me daba regulín regulán. Las horacas con la epidural que hacían que mis piernas parecieran de otro tampoco ayudaban. El gineburrocheri dijo que  “mucha epidural” y cuando le dijeron que no sé qué estaba bien dijo “bueno, bueno, más bien aceptable”. De ahí lo de burro, por poco tacto más que nada. Ya le dije, que así mucho no me motivaba. Debía estar en buenas manos, pero no en delicada psicología. También escuché “ella tiene que empujar más”. Y yo pensando, eeeooo, que os estoy oyennndo. Pero, vamos, que yo iba a darlo todo así que me daba un poco igual.
Total, que yo creo que por aburrimiento ya y porque se acababa su turno, me dijeron que a empujar…

¿Será fácil la cosa? ¿Saldrá saludando al público presente?

¡Mañana lo sabremos! (que esto ya es muy largo)

Termina la historia en el capítulo V aquí

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Comments (1)

  • nueve meses y un día después

    agosto 31, 2017 at 9:34 am

    El parto debía estar próximo. Es que no quedaba otra ya después del chute malo . Y, si no, a abrir barrigota. Había indagado, aunque no querían soltar prenda, sobre cuánto tiempo me dejarían antes de abrirme en canal. Hasta doce horas entendí. Vamos, desde …

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