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El No parto. Capítulo I. Llegada y primer día de hospital

Hoy, día 26 de agosto, hace seis meses, llegó al mundo El Santo. Nos costó un poco a los dos. Tanto, que tenemos para contar el parto y el NO parto. Empecemos por el principio.Salía de cuentas el día 23  febrero. Fue un domingo chachipiruli en el que, como todos los momentos en que podíamos durante las últimas semanas, El Santo sénior y yo aprovechamos para estar todo el día en “las calles”, que es lo que nos gusta: comer por aquí, copita por allá (eso él, claro, yo llevo sin catar el alcohol 15 meses: operación regeneración forzosa de hígado). Pero, ese día, no pasó nada. Bueno, rompió aguas, eso sí, un radiador que acabábamos de arreglar para que futuro neonato, El Santo, no se congelara en el baño. Qué mala leche me entró. Pero yo, nada, tan pichi. Y feliz, además. Me encontraba genial (unas semanas antes estuve hecha una piltrafa) y además no sabía si me tocaría incorporarme al curro solo por unos días antes de las vacaciones. Así que no tenía ninguna prisa. Y él menos, como comprobaríamos después.

A las tres de la madrugada, hora meona, me levanté por el correspondiente pis preñil. Y, oh, ¡sorpresa! Incontinencia digna de Tena Lady o rotura del bolsa… A ver, a ver, solo estaba algo mojado el pijama, a la sazón mallas con barriga, que es lo único en lo que entraba ya la panza. A ver, a ver, qué haría Jennifer López en un caso una peli como esta. Gritar, agarrarse a la cortina de la ducha y arrancarla en un alarde de comicidad, tirarse encima del padre de su criatura implorando que le llevara al hospital… Mucha pereza todo. Mejor me callo y me duermo, que si me pongo de parto más vale estar descansadita. Eso sí, colgué el pijama para ver cómo quedaba al secarse. Bueno, sí, para ver cómo olía. Si olía a pis, falsa alarma. Si no olía a nada, entonces todo. Y me dormí.

A las siete y pico nos despertamos y se lo conté al Santo sénior que, yo creo, agradeció que le ahorrara el numerito JLo. Teníamos revisión a las 9 así que era tontería haber hecho nada. El pijama olía a suavizante. Parecía que la cosa marchaba. Parecía.

Llegamos a la revisión y, después de ver que todo iba bien, mi estupenda gine me hace una prueba para ver si estoy expulsado líquido amniótico. No queda muy claro pero, vamos, que se ve. “O te quedas ya, o vas a casa y preparas las cosas para venirte. Y no te pongas a limpiar y a ordenar y aparezcas aquí a las siete de la tarde”. Yo que me las veía felices dando paseítos, breves y lentos pero paseítos, y haciendo recaditos. Nos quedamos patidifusos, aunque no fuera sorpresa pero, claro, impresiona.

Vuelta a casa haciéndonos los no pasa nada que tranquilo estoy. Había poco preparado, porque me parece una chorrada lo de estar con la maleta en la puerta casi desde que acabas de entregarte al acto amatorio, que es prácticamente lo que te recomiendan algunos #mierderconsejeros. Para tres cosas que metí, luego tuve que sacarlas para ver si estaban. Mejor una lista; eso sí lo tenía (soy la reina de las listas).

Vuelta al hospital, de nuevo haciéndonos los no pasa nada que tranquilo estoy. En realidad lo medio estábamos.


Y como dos pringadillos y medio (el medio era la panza) cogimos los tropecientos bártulos que llevábamos: mochila de El Santo sénior con lo básico para procurarle un mínimo bienestar hospitalario (después diseñamos una estrategia bastante buena para subsistir), un bolso para mí y otro para El Santo júnior, dos paraguas (sí, encima lloviznaba) y dos abrigos, pero de esos gordos, de invierno polar. Cagada total. Teníamos que ingresar por urgencias. Poco sentido tenía llevar todo eso. Esperamos un poquito, entramos a la consulta con nuestro equipaje de vengo a vivir al hospital y me atiende una ginecóloga monísima y encantadora. Me dan la típica bata súper favorecedora a la que encima, le falta un botón. Me pongo mis Reebok molonas regalo de El Santo sénior para propiciar mi cómodo andar de 37 semanas. Me empiezo a descojonar de verme la pinta. Pero con lagrimones. El padre de la criatura flipando fuera. Desde entonces hasta que salgo del hospital, en silla de ruedas. Por protocolo.

Después, subimos a la planta donde están los paritorios y la sala de monitores (anda que no iba a pasar horas allí). A todo esto, para mí la sala de monitores venía siendo más o menos lo siguiente:

Pero, esta planta es de acceso restringido y El Santo se tiene que quedar fuera solito. Bueno, solito no; con todo lo que llevábamos haciéndole compañía. La celadora que me lleva apenas nos deja darnos un besito y, sin especificar el rato que allí estare ni dónde me llevarán después, deja tirado al pobre padre en el pasillo. Yo sin móvil y él como un perchero. Como no sé si lo estáis visualizando, imaginaos a vosotros mismos con todo esto encima. Y dos abrigos.Mal empezamos.

El Santo sénior me acaba de confesar ahora, mientras escribo, que incluso se le pasó por la cabeza que igual salía ya con el niño. Juas, juas, juas. No quedaba “na”. Total, tú a monitores y yo al coche, podría titularse este ratito. Lo dejó todo o casi en el coche (no sé cómo pudo porque al llegar algo había ayudado yo). En monitores que nada de nada. Eso ya lo sabía yo. Me suben a una planta de embarazadas enteras. No hay partos a la vista. Me cachis.

Paso todo el día en la habitación con El Santo senior. Tranquilos, aburridos. Nos acompaña una pareja preocupada pero, sobre todo, deseando pirarse; ella ha ingresado por un sangrado leve y llevaba allí todo el fin de semana. Nos volveremos a encontrar día más tarde, unos con más suerte que otros. Le dan el alta y nos quedamos solos.

Cero contracciones. Aburrimiento mil. La verdad es que tampoco porque nos entretenemos bien.

Por la noche, me ducho y empiezo a tener lo que casi todas las primíparas denominamos “dolorcillos de regla”, que no son otra cosa que las primeras contracciones pero tú aún no lo sabes. Ya te enterarás, ya. Qué pasara…

Hasta aquí puedo leer escribir. Próximamente más, en el capítulo II.

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Comments (14)

  • nueve meses y un día después

    agosto 31, 2017 at 9:10 am

    Hoy, día 26 de agosto, hace seis meses, llegó al mundo El Santo. Nos costó un poco a los dos. Tanto, que tenemos para contar el parto y el NO parto. Empecemos por el principio. Salía de cuentas el día 23 febrero. Fue un domingo chachipiruli en el que, como…

  • En la piel de mamá

    agosto 31, 2017 at 9:10 am

    Acabo de descubrir tu blog y me estoy remontando a los inicios para conocerte un poco, me pareces súper ingeniosa y me encanta tu forma de contar las cosas. Me he suscrito 😉 un saludooo

    1. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:17 am

      ¡Te como la cara! Ja,ja,ja. Me alegro mucho de que te guste. Lo tengo un poco abandonado pero es que no me da la vida para más. Un abrazo y muchas, muchas gracias. Me voy a terminar un post, que me has animado. Ja,ja,ja.

  • Mama Puñetera

    agosto 31, 2017 at 9:11 am

    La verdad es que estar en el hospital es de lo mas cansino que hay, yo por eso intenté estirarlo todo lo que pude, aunque claro, si hubiera roto bolsa, no hubiera quedado mas remedio como en tu caso.
    En cuanto pueda me leo los siguientes capitulos!
    Besos

    1. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:17 am

      Es mega cansino. Pero, qué remedio. A mí me hubiera encantado vivir la típica escena mothercontractions paseando por el pasillo y agarrándome a sillas y paredes en casa. ¡Otra vez será! ¡Gracias por pasarte!

  • Irene MoRe

    agosto 31, 2017 at 9:11 am

    A mí no me lo dijo nadie, pero yo lo puse en práctica, y se lo digo a todas las parturientas que conozco. A tí te plantan la bata ridícula, que enseña todo el culo, nada más entrar, y al bebé le ponen ese pijama que da grima verlo, así que ¿para qué ir tan cargada?
    Otra cosa, aquí, en Mérida, el padre, o cualquier otro acompañante, puede entrar contigo en la sala de monitores, mi chico no se separó de mí en todo el parto.

    1. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:17 am

      ¡Qué suertaza lo de poder estar acompañada en monitores! Porque, si estás sin molestias es un coñazo pero, si te duele, razón de más para que haya alguien contigo. No entiendo muy bien por qué no lo permiten.
      ¡Gracias por pasarte!

  • Ana

    agosto 31, 2017 at 9:12 am

    Lo de mierdeconsejeros me ha encantado. La verdad que me he quedado con ganas. Se lee super rápido. Lo de leído por las benverrecomemdaciones de Cristina. Espero no perderme la segunda parte.
    Un besazo

    1. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:14 am

      Muchas gracias, guapa! Qué alegría! Oleoleole!

    2. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:15 am

      Suscríbete si quieres arriba a la izquierda!
      Besos

  • Cristina Sánchez (Bienvenida mamá)

    agosto 31, 2017 at 9:13 am

    De momento la cosa se parece a mi parto… Cambiamos las horas del día y que papá león se negó a cargar con las bolsas hasta que nos dijeran algo, y es lo mismo. Bueno y unos días después jeje

    1. nueve meses y un día después

      agosto 31, 2017 at 9:14 am

      ¡Qué listo papa león! A ver si seguimos coincidiendo… je,je,je ¿Cuándo diste tú a luz?
      ¡Gracias por comentar!

  • La mejor fecha para que nazca un bebé – Nueve meses y un día después

    febrero 17, 2019 at 5:28 pm

    […] de nuevo a la primera. El mayor del 26 de febrero y el peque del 28 (podéis leer sus partos aquí y aquí; y reíros un poco también) Para que un bebé nazca sobre finales de febrero o principios […]

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